viernes, 9 de septiembre de 2011

Viajar, sí... Me gustaría viajar.

Pero viajar sin rumbo. Sin un punto fijo en el que terminar. Sin un final sabido. Un final improvisado. Coger el tren, la bici o el bus. El taxi, el camión o el barco, y sentarme junto a mi mochila en un banco de una ciudad perdida o lejana. Ver caminar a la gente y pasar desapercibida como si nadie estuviera donde yo estoy. Ser invisible. Observar, oler, palpar, saborear. Distinguir entre la textura de la piel de allí, con la de aquí; el olor de la hierba húmeda al despertar; las miradas de las gentes para adivinar su vivir; probar si el sabor del café, es el mismo. Huír, salir de aquí. Sola o acompañada, pero partir.

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